El viento, adormecido,
se recobra y golpea.
Despertaron los tormentos.
Rotos los fragmentos, separada la tinta,
pierden valor los recuerdos.
Los recuerdos de mi propia ilusión, desesperada.
¿Qué mayor tortura?
Plumas ligeras y continuo giro de cuchillos,
así era.
¿Quién echará en falta un alma solitaria?
Se cierne el gris opresivo y, entre jadeos indefensos e inocencia arrebatada,
recurre a la calma, y al vacío.
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