Los veloces,
los
nocturnos,
no
dormitan.
Ángel
saciado.
Diablo
hambriento.
Corazón
inanimado.
Y
ahora es insensible
y
sus hombros son de piedra.
Y
la calma es virtud
y
mortal pecado.
A
su favor juega el tiempo,
vaqueros
en cajones olvidados.
Prioridades,
¿Existen?
Nadie
sabe.
Y
en tanto la brisa juega insaciable
y
fluye el agua moderada,
espera
a que regresen las ganas.
No
existe un posible regreso
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